sábado, 7 de noviembre de 2009

VIII (Elfride no se va)



Pierre decidió intentar un abordaje más distante, más frío en su raconnto.




Barruntó o coligió que los escritores menos desgarradamente apasionados, los falsos románticos como el Verter de Gettho, dan comienzo a su narratología con un acápite o epígrafe que situa todo en un plano menos contínuo espaciotiempo




La Pachamama, tan avara en sortilegios climáticos, tan ajena al aeromodelismo ayurvédico como un deus ex machina, prodigó con magnanimidad su favor:




Este relato comienza ahora, sin decir ¡agua va!, con un epígrafe de la Premio Nobel de Literatura Elfride Jelinek: "Pero no notan lo que sienten, y no escuchan cuando se les explica." (tomado de "Sumergirse en la prosa de Elfride No se Va, El fride No se va, No se Va EL fride No Se Va es chupar frío: http://www.solodelibros.es/01/12/2005/deseo-elfriede-jelinek/)






La montaña mágica avanzaba a pasos agigantados, más colosal y voluminosa que el Fausto de Thomas Mann (¿qué tomás, man? ¡una caipiroshka, Kokotshka!).




La mujer bizca, chueca y hablando en vesre parecía el negativo de una mezcla de Hegel cuando habla de una negación de una negación y el "burrito" Ortega.




En ella se conjugaban la sangre fría, la sangre de pato (se conjugaba el jugo de tomates frío en las venas deberás tener) con la calidez más voluptuosísima.




Era capaz de sobresaltarse de caridad por el sufrimiento que imaginaba sobrellevaba un caballo al tener que dormir de dorapa con al más proficua crueldad ante el amor callado, prudente y lacerante de Pierre, que a esta altura sentía en su lengüita el sabor de la calle Laceras.




Cuando Pierre miraba sus lacias venas de espárrago, su aorta lisa de hortaliza, se sentía un nabo, un inmaduro zapallo después de la Medianoche Cenicienta de los Lápices de Cristal Crotos de San Bartolo Memitre...




Ella sin embargo concebía la esperanza de la comunión plena con un Principe Encantandoporunsueño tal y como la predicara San Franciscodeasísempieza. Su deidad anidaba en su interior, la divinidad, en el decir de D10s "la tenés adentro".




Elevó una plegaria a su propia petisa interioridad para evitar que el avance perseverante y judío de la montaña deviniera catástrofe: -nos valle hacer va, pensó ella, nos va a llevar puestos pensó él y pensó en lo ridículo de morir preguntándose si uno de los próceres de un país hermano no sería un error en el género, "la" valle, así como "la" can...




Él la miró con una de esas miradas que en pocos instantes resumen un capítulo del Finnegan's Wake de Joyce y añaden fáciles trucos para que el pastel de papas no pierda sus propiedades una vez frizado.




Ella dijo "ahora no puedo mirarte ni contestarte en vesre: mis arrebatadores ojos no pueden apartarse de la mole que nos aplastará recíprocamente vírgenes si no la detiene algo o alguien como ser el pequeñoburgués Hulk o el libre interjuego de la concatenación de ramificaciones de causas y efectos a las que concibo como Horrenda Fatalidad o "Fetalidad"".




Él prefería seguir mirándola, como si no supiera que con la demanda de sus ojos distraía los acaso finales lapsos de palpitaciones al unísono.




Un gigantesco roedor alado apareció y la montaña no tardó en cubrir sus ojos cegados por un gas paralizante. "Soy Hitlerman" exclamó Hitlerman: "Creí haber liquidado a los judíos, pero solo se consiguen sólidos o gaseosos, es como tratar de sacar aceite de las piedras".




Pierre Umberto Labardieu lo miró con sensaciones encontradas en el desván del arcón de la memoria de la abuela. Por un lado le debía la vida, por otro lado había algo "fishy" en Hitlerman, algo que sin saber inglés le hacía murmurar "I smell a rat".




Ella en cambio no dudó: -Mitlerhan, amo me, te salvado has!




Labardieu estaba preparado a morir porque ya se sentía morir coexistiendo con La Primorosa sin poder tan siquiera alejar sus fosas nasales del hálito de flugge que salivarmente ella exhalaba, por más que este anudamiento enlazador con la respiración de su compañera lo sumiera en la exorbitante necesidad histórica de llenarla de leche. Pero que ella le declarara su amor a Hilterman, que lo llamara Mitlerhan, eso sí que le cayó como un baldazo de agua frappé. Munido tan solo del aura de la púa de charango ya ingerida recordó que para los budistas zazenta no hay cobijo mejor que la intemperie y cubrió así el deshielo de su desvalidez con unas mantras...

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